La desinformación en los contextos familiares, la desmotivación por integrarse con el pensamiento y las acciones del otro, la intención de pensarse siempre en un lado de la verdad, de la raya correctora genera división espontánea, la cual, no hace remisión espontánea luego. Sería pretender lo impretendible. Los rasgos pretendientes de obligatoriedad circunstancial y no causal genera corazones desarticulados y egoístas, que se instalan en la genética, en el concepto interior de las mentes conjuntas, y así vamos generando intenciones menos sanas, más hipócritas, más deshumanizadas.
Generalmente oímos, o hemos pasado por el estado de: "no conozco realmente a mi familia, ni siquiera se cuáles son sus puntos buenos, sus puntos positivos de abordaje, o sus visiones más secretas". Y generalmente, los otros piensan o sienten lo mismo acerca de ese otro lado de su reflejo. ¿Sabes por qué sucede esta desconexión de intereses comunes? Es el disfraz de la perfección imperfecta que se jacta de saber más que ningún otro argumento de los personajes constituyentes de la relación familiar, porque da terror mostrar las debilidades, ser criticado, mortificado, deshonrado, dejado de lado, culpado y poco atractivo a los demás reflejos. Es posible, que la perfección imperfecta se disfrace hasta un punto; pero sépase, que antes o después será revelada, casi por casualidad, por acciones previas, naturales, pertenecientes a un contexto equis de tu esencia. No es algo que se dé por falta de talento en la premeditación o "falta de fe" en el perpetramiento de la llamada seguridad interior. Es algo que se cae porque la esencia se repliega y vuelve a su naturalidad, la de ejercer su tendencia predominante. Cuando no son comunes, inevitablemente, terminarán aislándose y separándose.
Es el Acto que llega al final.
Siempre, el acto llega al final.
Y ahí dejarás, simplemente de ser el anónimamente perfecto. Este riesgo es inevitable, también, correrlo, si quieres, en algún punto disfrutar de plenitud bien habida y no de aburrimiento complaciente.