Simón Ratón

Entendía lo de no dejarse quitar, pero no comprendía muy bien por qué la algarabía, un poder sobre otro, una jerarquía...no lo entendía, todavía.
       La calabaza, pues, quedó olvidada, ahora en medio de la acera, soltaba entre la corredera y los gritos, la presión, el descontenrto, el olor y el vapor que salía del piso por la elevadas temperaturas del día.  
 Empezaré a contar de nuevo, decía Simón.  Tengo que sacar, yo también, algún provecho de esta situación, -pues, por algo se parecerá tanto la calabaza a un queso gruyer, pensaba Simón, en su ánimo por darle un beneficio a la comunidad de ratones-
  Se sentó en el interior de la auyama, y comenzó a hacer la partición, de nuevo, a contar.  A dividir, a separar, y a seguir contando.  Cuando hubo terminado, satisfecho de su trabajo, y quedándole los mismos tres montoncitos del principio: 2 de 99 granos, y uno de 45, de esas cosas puntiguadas y amarillentas ¿cáscaras? -pensaba Simón- y salió de la calabaza para enseñarle a sus amigos eso que había encontrado en el interior de la fruta, y que por fin, creía saber a lo que los humanos se referían cuando hablaban de semillas, pero aún no sabía para qué servían.
   Mientras se las mostraba a sus amigos, intentó, con sus dos grandes dientes frontales, darles un picotazo y entender la textura de ese aroma, de esa forma.  Se atrevió a probar algo que no había paladeado hasta ese momento.  Mordió varias semillas     
  -Guaf..guaf...escupiéndolas y arrojándolas en una dieta casi líquida al piso -pues le repugnaba el sabor amargo de su contenido.  Volvió a morder otra semilla, y esta vez, le pareció aún más dura, y más amarga. Definitivamente, nada como su queso gruyere.  Sin embargo, después de todo lo pasado y lo acontecido, tenía hambre, y ¡mucha!, por lo que los dientes no le dejaban de rechinar ni la lengua de sacudirse sutilmente produciedo una sensación salival...seguía pensando en comer.  Más bien, estaba comiendo.  Almorzando, con su babero de tela roja, sentado en una gran silla de tela, reclinable, con vista al mar, ¡ah, y unos lentes oscuros para protegerse los ojuelos..-Intentó masticar, de nuevo, las semillas, pero realmente, en su paladar, le repugnaban, le parecían como una solución de esas que contienen electrolitos de polietileno glicol, de esas que funcionan como laxantes humanos para limpiar el colon,

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