Simón Ratón

e incluso hasta con cierto afecto, ya -asumiendo que no me haya equivocado en la suma, pensaba Simón-, y las cuales estaban apiladas del lado izquierdo de su cuerpo de manera que se le hubiese hecho más fácil llevar un orden metódico para la cuenta, fue entonces, en ese instante que se le ocurrió: si no puedo continuar la escalera de números, ¿por qué no empezar desde cero otra vez?, pero ahora lo haré dividiendo las partes de la calabaza en otras más pequeñas, y contando por secciones, así capaz llego a alguna conclusión.  De esta manera, Simón Ratón, le siguió el paso a su pequeña idea.    Empezó por dividir la calabaza en tres partes, más o menos iguales, en una de ellas, la más grande, iba colocando las semillas contadas.  Así, terminó con 2 montones de 99 granos amarillos, aplanados y puntiguados, que no sabían para qué servirían y uno de 45. Pum!!..Raaa.zzaa...Giraba la calabaza contra el piso, y Simón en su interior rodaba con ella, y los granos se amontanaron sobre su cabezota.  Olía a basura, ahora sí.  Parecía haber tocado fondo, como si el movimiento y la caída libre se hubieran detenido. Giró su cabeza, e intentó trepar desde allí hacia el exterior de la auyama, buscando una explicación al mareo y al olor putrefacto. Al alzar la cabeza y congelar su patas sobre el precipicio que lo colocaba en el borde de comunicación, nuevamente, con el exterior, se vió en un basurero.  Un humano, que  intentaba rescatar algo de comida intentaba asir la auyama medio triturada, medio amorfa, y Simón Ratón volaba otra vez hasta el interior de la calabaza.
      -Corran, corran, viene la policía!- se escuchó decir a una voz lejana que venía del final del callejón paralelo al basurero en donde estaba Simón.
      -No puede ser, otra vez...nos van a quitar la mercancía.
      -Pero, ¡cómo se te ocurre!, tú no sabes que por aquí no se puede comerciar con nada ilegal, y que el que no cancela sus impuestos no tiene derecho a..
       -Bla, bla...aquí todos tenemos que comer y por sí no lo sabías...
       La algarabía de la muchedumbre, mercaderes, ladrones y y compradores intentaban salir del camino de la policía, quedarse aparte y llevarse cada uno el provecho de su jornada.  Nadie, legal o ilegal, estaba dispuesto a que le quitaran algo.  Simón entendía esto a medias. 

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