Como un nenúfar solitario,
envejecido,
rociero.
Ahí, te ví.
Te he constelado, desde mi sillón lunar,
sentándote,
quizás ensanchándote,
(eso lo adivino, no me consta)
escuchándote,
sin escudriñar, demasiado, tu intimidad
a tono con los cimientos de tu ser
(donde parecías no gustarte demasiado).
Sólo, admirando,
escuchándote.
Te han visto
ensalzar el amor,
el encanto de la magia
sin orgullo real
a tu propio orgullo.
Y
De
La / vía/ la/ vida
algo, casi
Satisfecho.
Te ven.
reír,
¡te han observado!
al trasluz, los demás.
Yo, sin embargo, sin verte jamás;
en realidad,
te he visto siempre.
Incierto es acertarte, para muchos
pero no de invidentes,
ni in/tacto.
Es llegar a tu punto de contacto,
sí;
es un punto.
la conciencia lo/ real.
Si llegares ahí,
y en ese vigor te supieras a ti mismo,
completito,
entonces,
me reconocerías,
me tocarías,
lograrías girar conmigo.
Vivir
nuestros puntos,
el perigeo, una vez más.
Yolanda Marín, Abril 85.