Pliegues desechos en el continuo,
a mis percepciones de contramaestre.
Desafortunados…
O tal vez,
Afortunados!.
¡Más de lo que imaginas!,
menos de lo que yo esperaba;
Mi tezón/ no tan orgullosa ya/ no-vana
sincera,
hasta donde la propia ilusión lo permite
se afanaba en conocer todos los misterios.
De todos!.
Tu voz quebrantada,
al sonido de la caracola desterrada
me hace recordar todas las otras durezas,
sus visiones
seguras para él-pero/erradas,
quizás
sobre el continuo,
sobre mí.
Moldeaste a tu víctima,
pero, el yo subyacente
el yo de sueños infantiles,
el de melenas taciturnas,
joviales,
deseosas
francas
había construido ya
su metáfora marital,
¡placa dental que ceñía tu ser!
pero que no te dejaba ser tú.
Era tu comedia,
sin embargo
amparando un tiempo.
Volviéndome hacia ti,
por/eso
en mi habla
te rozaba sin habla,
preparándote a tu esencia real
llenando,
la línea unilateral de tus brazos.
Sin más nadie,
Sin más pruebas,
sólo.
Yo.
Acurrucada
en mis propios brazos,
y entre ellos,
naufragaban.
de nuevo,
mis sentidos,
y, al final,
tu entendimiento no tardío.
Yolanda Marín, 09/08/98