Ángeles sin cielo,
de una noche,
de todas.
en tierras bajas,
ya sin hojarascas otoñales,
ventiscas de tormentas de verano.
¡Ajá!...
son tuyas.
Vas
medio por ir.
Ahora, a colocar el despertador.
Suena,
y la conciencia se debería levantar
con el levante de lo real
Y dormitar sólo en el sueño de lo confidente.
Un edificio sin encamisar,
jardines de cemento,
hojarascas de ladrillos,
de basuras soñadas y sin reciclar.
Te quedaste,
esperando,
por si llegaba.
luego,
me quedé,
aunque, en el sin retorno,
no adivinaba,
si lo que valía lo consonante,
llegaría
sabía que existía;
mascullando entre esa basura
de cementerios llenos de emociones convulsas
gatos que intuían más que tú, la verdad;
oyendo
el emperramiento de ladridos paranoicos.
Te levantas,
miras los edificios.
de nuevo, tú,
y echas,
como siempre, a andar,
esta vez,
sin esperar por nadie,
ni salvadores de historias
más que por el espacio
Una / vez/ más.
Tú.
Yolanda Marín, 09/96