Hermano

Miércoles, Septiembre 15, 2010

     Película venezolana, dirigida por Marcel Rasquin, y de la que es co-escritor, de la mano con Rohan Jones. Esta cinta recrea el ambiente de los barrios venezolanos, adentrándose en una idiosincracia común y latente en toda Latinoamérica, pero con sabor a la ciudad de Caracas, al humo de las "camioneticas por puesto" (unidades de transporte público: microbuses), a empanada, a minifalda, a fiesta y alcohol, a los sueños que aspiramos todos los seres humanos, momento a momento, aún cuando al transitar por cada una de esas tentativas por atravesar el túnel para llegar al siguiente paso se quede en simple desecho de material ideográfico. Sin embargo, el sueño existió. Ese sueño, un día quiso ser.

     Eliú Armas encarna a Julio, el hijo consanguíneo de Graciela (Marcela Girón), quienes en su rutina de cara a comenzar el día, va con Julio por "estas calles", de Caracas. 

    Bajo unas escaleras se oye un sonido lejano, parecido a un maullido, el cual Julio sigue en carrera hasta encontrar su origen. Allí en un basurero, aparece la figura de un bebé, envuelto en unas frazadas, llorando desesperadamente. La primera reacción de    Graciela es salir corriendo, jalando a su hijo, casi en un reacción de desbandada y llena de temerosidad. Sin embargo, a escasos pasos se detiene, nuevamente, para voltear su mirada, desde ahí decide volver y recoger al niño.

     Aquí entra en escena Daniel, (Fernando Moreno), el bebé abandonado, al que apodan "gato", por esa conexión con los maullidos que le permiten ser encontrado, y quizás conexo al ambiente nauseabundo al que sobrevive desde que es dejado allí, por esa analogía de que los gatos tienen siete vidas, pueda que esté o no, estar dicha connotación en la mente de los escritores. Daniel y Julio, crecen pues, verdaderamente como hermanos, con vinculaciones y expresiones comunes que les permiten reconocerse como hijos de una misma circunstancia, de un mismo pueblo, alejado de la otra Venezuela, la del petróleo, y por supuesto, hijos, casi de una misma madre. Casi. Pero, definitivamente, hermanos.

     Julio, juega el rol del hermano mayor. El que aporta dinero a la casa para ayudar a su madre con los gastos; sin importar de dónde viene. Simplemente no se piensa, o no se quiere pensar para no tener que caer en la dicotomía de si es o no dinero lícito. Graciela, se dedica a hacer tortas, las cuales, vende por encargo. Por cierto, lo que se nos deja ceñido a interpretación aquí es el rol de Graciela como mujer, pues no nos es identificada como una madre soltera, o abandonada, o simplemente, violentada por su realidad y quien decidiera, entonces, irse y hacerse cargo de su hijo sola. Es simplemente, la madre de Julio, y luego de Daniel.

     Sin embargo, más allá de que esto pudiere parecer un lazo suelto, esto podría llevarnos a pensar y aglutinar esas tres posibilidades, dándonos un contexto general, para la mujer, aún hoy por hoy, no sólo en mucho de los barrios de Latinoamérica o en las zonas más pobres de los países del primer mundo, o terciarios, como se les conoce a los menos progresistas sino que es aún, parte de la realidad de muchas mujeres en el mundo entero. Ese espacio en el que siguen sometidas a circunstancias obligantes por la moralidad o religiosidad de su entorno, esas que han continuado sometidas a una especie de escarnio público, o juego de  rayuela, creando para algunas, aunque no es lo que se nos muestra en el caso específico de Graciela, una reacción masculino-fóbica ante las diferencias con el género opuesto. En algunos casos, prevalece y gana la ingenuidad del afecto denegado por parejas anteriores, estableciendo un marco de complicidad ciega y desajustada con el "nuevo hombre", o figura de retorno, como es el caso de Graciela, aunque no sabemos cuál es su carga emocional, por lo que ya establecimos.

     Se hace referencia a todo lo anterior porque son posibilidades que quedan tangenciadas a través del arte, en este caso del Cine; pero que en cualquiera de sus manifestaciones nos permite pensar en alternativas, en entre-líneas, en ver otras opciones o dejar explícito argumentos para las expresiones de vida y sus coordenadas, lo cual, nos debería, a su vez, permitir ser más conscientes del Todo y su interrelación con el microcosmos.

     Volviendo a la cinta que nos ocupa, y al personaje de Julio, nos encontramos con un joven de 21 años, quien tiene el don para jugar fútbol profesional, y el cual, junto a su hermano Daniel, un adolescente de 17, forman una dupla casi perfecta en cuanto a defensa y contra ataque se refiere, en el campo. De hecho, han practicado este deporte desde niños jugando con el equipo de su barrio "La Ceniza". Ambos tienen sueños de grandeza, de liderar, de marcar una diferencia. Sin embargo, es interesante señalar, que aquí la proyección, hace aplomo de cualidades mentales, genéticas y ambientales que son las que encuadran a ambos personajes, asentando las similitudes que los hacen ver como habitantes de un mismo conglomerado, pero, que a su vez, llegan a separarlos, inevitablemente, a un nivel psicológico de prioridades, centrado uno en los valores, el otro en las emociones conflictivas, lo que en un punto colisionará, y ya no les permitirá desarrollarse paralelamente pues se quebrará la cuerda que sostenía el sutil equilibrio. Uno de los dos permanecerá como un hito de los sucesos, el otro, como una mirada al pasado y un agradecimiento al futuro.

      Graciela se ve inmersa en una situación violenta, inesperada y trágica. En este "momentum", se paraliza la acción paliativa y balsámica que había permitido a Julio, hasta ese momento, defender su visión personal de nobleza y cierto espíritu de compromiso con la vida, desde la intención de generarse un futuro, lejos de la dureza del barrio y de la banda o pandilla a la que pertenece, y de la cual, forma parte, no sólo para obtener dinero sino un prestigio, un respeto porque forma parte de algo, tiene un contexto; pues como todo lo demás en la vida, aquello que carece de escenario-tenor, al final es un interludio que no ofrece ni otorga unas francas bases. Es de resaltar, que estas bandas cuidan las espaldas de sus integrantes, unos a otros, como si fueran familia; como hermanos. Por este lado, también se enfatiza el doble sentido de la proyección; quien deja en claro, cuándo y cómo son benéficos o fatales los lazos con los que nos agrupamos.

     Daniel, ejecuta un papel bastante simple, pero emocionalmente fuerte y consistente. Reforzado por valores morales, y una alta visión de lo que se puede llegar a ser en la vida, a través del esfuerzo, los sueños, la práctica diligente, las oportunidades, la insistencia, la perseverancia y la moderación para no perder el objetivo de vista. Es el hermano menor, observador, que cultiva la acción diligente, defiende la verdad, y mantiene el control en pro de beneficiar a la familia completa. Nunca, pero nunca, olvida a Julio. Jamás, lo hace a un lado o piensa para sí mismo. Tiene una convicción intacta, no perecedera del valor de la familia, de la vida. Patenta un agradecimiento fortuito por Julio y Graciela, porque consideran que le salvaron la vida en el momento que lo recogen del basurero. No existen señales de dolor, de venganza o de reproche en el personaje de Daniel; al contrario, siempre desea ayudar a conciliar o generar respuestas asertivas y progresistas, lo menos dañinas posibles, para los involucrados en las situaciones. Julio es su antónimo emocional. Posee valores interiores, y una especie de nobleza maleable, la cual ha sido asaltada numerosas veces por la "calle", por el barrio, por las acciones que debe ejecutar a favor de la pandilla como activista de ella. Es el deseo ferviente, la rabia que vibra con el amor, el clamor de la lucha esbirra, pero silente de las barriadas en Latinoamérica, y en este caso, de Venezuela.

      Otro personaje importante es Roberto (Gonzalo Cubero) quien se desempeña como el entrenador del equipo de "La Ceniza", y a su vez, es un protector para estos chicos. Existe una conexión íntima, pero acallada, sin aderezar, entre estos cuatro personajes que se desarrolla en la habitación de Graciela, entre Roberto y ella; donde juegan a un amor desapegado, con cara bonita, fresco y sin vilipendios, a pesar de conformar éste a un hombre casado; los muchachos no conocen ésta relación, o al menos, no por la puerta grande de la casa. No pasa ni sale por ella.

      Así, entre los suburbios de "La Ceniza", la valentía y frescura amorosa de Graciela, los compartires ideológicos, psicológicos y de espacio-tiempo en los que se desarrolla la cinta, nos encontramos con un final impredecible dentro de lo posible; pero sobre todo desenmascarando las utopías de los finales que no transitan por dolores, lágrimas, esfuerzo y caminos zigzagueantes para obtener la posibilidad de encarnar el sueño, ser el sueño y vivir el sueño.

      Cabe destacar aquí, antes de finalizar la reseña, una pregunta para los directores y escritores del cine venezolano, a quienes, vaya desde aquí una felicitación por estos esfuerzos invaluables, significantes, para convertirse y convertirnos en sociedad argumentativa, reflexiva, crítica y con capacidad visualizativa hacia lo que es apuntalar soluciones a los problemas que nos aquejan como país; esa pregunta es: ¿por qué obtenemos tan poco material de la vida productiva de Venezuela?, ¿no poseemos, también, una sociedad de intelectuales, de profesionales, de redes políticas enmarañadas, sin caer en los rubros de protesta, enajenantes, que nos lleven a la pantalla desde otros espacios, desde otros diálogos, con otras fuentes de inspiración? Las barriadas son nuestro país, es una cara; pero también tenemos otra cara, la activa, la emergente, la que desea prosperar sea desde la sede burocrática o desde el banquillo de los cerros ¿por qué estamos, pues, siempre demarcando las diferencias o desiguladades tan abruptamente, en vez de intentar unificar? Cabe pues, preguntarse, ¿qué pasa realmente en nuestro entorno como sociedad?, ¿es esta demarcación lo que construyó dos países?, ¿hemos sido, entonces, nosotros mismos los que hemos incentivando y dado paso a esta divergencia de pensamiento y acción que mantiene una barrera?, ¿podria ser por demás, una cuestión de taquilla? Es importante, entender que somos un solo país, no desde la utopía sino desde la reflexión, el trabajo, la educación acerca de lo posible mas no previsibe, de lo valorativo, y del suelo que pisamos. Una sola sociedad que debería, no sólo intentar, sino superarse a sí misma. Así pues, aquellos que educamos a través de la palabra, la profesión, los medios, las políticas o modelos de vida basados en el "deber ser", la web, la cocina, o equis rubros, debemos promover posibilidades de erradicar la ignorancia de la conciencia, la no sapiencia de la acción para tener esa opción de ser, con el esfuerzo constante y directivo, una sociedad aglutinada que busque el beneficio de sus socios, de sus congéneres. Un solo país, progresista y alegre, solidario y táctil. Inteligente. Cálido. Una Venezuela. ¡La Única!