Comedia hilada y divertida, protagonizada por tres gigantes de la pantalla grande, como lo son Meryl Streep como Jane Adler, Steve Martin como Adam y Alec Baldwin, interpretando a Jake Adler.
Escrita y dirigida por la mano de Nancy Meyers, quien con ésta, nos recuerda a su anterior comedia Something´s Gotta Give (2003), donde el corte de la proyección es similar, aunque quizás con unos diálogos más consecuentes y firmes que los que se desencadenan en esta última.
Jake, el ex de Jane, es un abogado divorciado, quien se ha casado con uno de sus romances, -el último- de los habidos durante el matrimonio con Jane. Tiene un hijo en sus seis, aproximadamente, Pedro (Emjay Anthony) y están buscando un segundo, por deseo de su joven esposa, Agness Adler (Lake Bell).
La historia empieza a girar desde el momento en que dos eventos subsecuentes se presentan en el entorno de Jane. Uno, constituído por la postergada decisión de remodelar su casa, desde el día en que se divorcia, diez años atrás ya; y el segundo evento lo constituye la graduación universitaria del menor de sus tres hijos, Luke (Hunter Parrish).
Toda la familia, incluído Jake, -quien, esta vez, irá solo, sin su esposa, por una gastroenteritis que afecta Pedro, el niño pequeño-, viajen a Nueva York para la fiesta de graduación de Luke. Allí, como quien no quiere la cosa, entre sentimientos irresolutos se desencadenan anhelos subyacentes de ternura, mezclados con ciertos recuerdos notables del matrimonio entre ambos. Esto hace que nuestros dos personajes se involucren en una relación extemporánea sin un fin consecuente, sino como una rememoración de lo poseído una vez, maquillada, también, por una venganza sutil de Jane hacia Agness, señalada como la causa principal del divorcio, y el placer de sentirse, de nuevo, en “casa”.
En este ir y venir conjugante de los protagonistas, Jane, empieza a resolver con Adam las modificaciones que harán a los planos, desde algunas propuestas innovadoras que le presentará el arquitecto a ella, en virtud del disfrute máximo del espacio y la vista aérea del espacio donde se aloja la casa, -magnífica, por cierto-, que ya posee.
Además, Jane, hace prodigio de su faceta como propietaria de una notoria pastelería, en donde nos arrastra a través de los sentidos por un suculento recorrido, especialmente, el de los croissants de chocolate. Escenas tan juguetonas, llenas de vida, de humor relajado y de encanto nos llevan a un deseo casi lujorioso de salir de la sala de cine a comernos uno de estos croissant de chocolate, y poder derretirse, junto al cacao cálido, y deliciosamente húmedo, en el descanso placentero de una noche de juegos con tu pareja. Es picológicamente, hablando, una táctica hábil para hacer cómplice del romance al espectador.
Jane, además, juega el rol de ama de casa, prácticamente perfecta, con un sustento propio profesional, quien cuidó de sus tres hijos, además de Luke, están Gaby (Zoe Kazan) y Lauren (Caitlin Fiztgerald). Por otro lado, le gusta la decoración y tiene sólida bases para efectuar cambios y direccionarla cálidamente; posee su propio huerto, de donde saca mucho de los ingredientes que utiliza en su cocina. Es la madre soportiva, donde los hijos, regresan siempre a compartir los fines de semana y las fiestas, alegre, comprensiva y cariñosa. La madre que todos deseamos ser y tener.
Como mujer, disfruta de su madurez, de su tiempo libre, no tiene inhibiciones o paradigmas limitantes, y cuando se topa con alguno, simplemente lidia con ello hasta resolverlo. Le gusta disfrutar de una buena compañía, el sexo y el día a día, desde una actitud de libertad, de quien ya ha conseguido una tranquilidad y liviandad generalizada, en su vida. Desde ahí, pues, se hace una mujer enteramente deseable y accesible, que no la ha marcado la recesión económica, ni los impuestos exorbitantes, ni los detalles irresolutos y aguijonescos de la cotidianidad.
Jake, interpreta al hombre atormentado por el recurso de amparo de una vida que lo atropella constantemente, pues Agness, desea traer a su vida cosas que éste ya vivió. Al correr de unos pocos años, Jake se da cuenta que ansia la libertad que ahora le proyecta su ex, en todos los sentidos, y eso le lleva a una especie de mezcla rápida para bizcochos: una compenetración coordinada y sostenible con Jane. Pero, ¿será posible que Jane y Jake logren sustentar esta armoninazación, entendiendo los verdaderos motivos que los llevaron a un divorcio y salir airosos de esta entromisión surrealista en el mundo presente de cada uno?.
Adam, representa a lo futuro, lo que empiezas a conocer, a destejer, y a desenrollar. Es la posibilidad de conocer facetas interiores que no se han desentrañado. Significa la oportunidad de vivir sin lo que te dictaminó la experiencia, pero sin dejar de contener la sabiduría de lo superado, de los cabos sueltos, una vez que se amarran y los dejas para “obra de arte” personal.
Es interesante, en la cinta, cómo estos personajes, nos reseñan la síntesis de los matrimonios, o de las relaciones contenidas en nuestro paso por los tiempos, cómo mantenemos hilos conectores de amor-desamor, codicia-compasión, felicidad-destete, colocados y descolocados, hogar-pasado, futuro-intento de re-hogar, que mantenemos concatenados en nuestro fin subjetivo, y con el cual, intentamos construir los nuevos objetivos de vida.
Es esperanzador, ligero y brillante el movimiento vaporoso de los personajes, entrecruzándose unos con otros, realmente, sin molestarse entre ellos, con un espacio físico, psíquico y emocional, bien determinado, individual y afinado que nos permite liberarnos de encuadres prefijados en cuanto a las rupturas, y establece marcos de apertura y diversión para recrearnos nuevas sub-identidades sin desdibujar el pasado.