Hace tiempo constaté que los lazos engañosos, los falsos quereres son como los hilos defectuosos, se rompen irremediablemente, tarde o temprano.
En el caso de intentos por formar familias, caundo la genética de la sinceridad no es común, y la visión del otro, es una planificación maquinadora de servir a sus propios objetivos y deseos sin fraguar elementos de cohesión e interés entre los miembros, se desbaratan las ilusiones de lo que constituyera una miríada de efectos conjuntos para consolidar la seguridad de tu ser, la de ellos. A corto plazo, estos deseos tan unipersonales, y engañosamente colectivos- son lo que constituyen el "grosso" error para la fórmula final, dejando sin resultado efectivo o resultando totalmente ineficaz la hazaña de conformar un núcleo sustentador. Aquí, el Constructor parecier perderlo todo. Es más; es posible, que se haya ido sin nada en las manos tangibles; pero al final, en el tiempo el hacedor siempre se levanta de la miseria de su dolor, aunque se quiebre por momentos; mientras que los succionadores son como los separadores de hojas, -hueco entre sus átomos- cada vez llenan más espacios con colores insignificantes, bellos, puede ser, pero carentes de significado para sí mismos. Se quiebran sin que se den cuenta. Se camina sin darse cuenta. Se vive para el momento que cuentan. ¿Pero, qué contarán, al final?. 0 ¿a quién se lo contarán?..Quizás, a algún desconocido, que lejanamente escuchará sus quejas, a través de unos audífonos inservibles, en el autobús de una ciudad cualquiera, sólo por aburriento. O peor, quizás por no terminar de irrespetar una edad en la que ya no se sienten de decirte: no me interesa lo que usted me cuenta, entonces, te ladeas el sombrero, intentas apoyar la cabeza en el vidrio de la ventanilla -porque tú estás, en el lado de la ventanilla, y ellos saben que así es más difícil escaparte- y te resignas hasta que llegas a tu parada.
Toque de timbre. Es tu parada. Al fin. Se acaba el cuento!.
Y desde abajo, mientras el autobús empieza a andar de nuevo, ves cómo un nuevo usuario se sienta en la ventanilla, que acabas de dejar vacía, y viene a ser saboteado por la viejecilla, de lentes gruesos, joroba incandescente, que cuenta la historia de nuevo, la repite, no se sabe si porque se le olvida que ya la contó o porque es su espacio de atención. Quizás sólo tome el auobús para contar su historia día a día de los múltiples abandonos de su vida.