"Sucha"-II-

Te he visto, mi querida Sucha, de tantas formas, tan versátil, no quiero decir inconstante en el carácter, lo digo por la facilidad de volverte ante algunas cosas a pesar de esa rigidez en la que a veces, te me amparas (este me no es por a para mí, sino, entre los demás). Estabas en tu Obra, y yo, había venido por dos motivos, para disfrutarte y para desarrollar mi propio absurdo porque no encontraba por donde seguir mi ensayo.   Quería hablar de tí, y esta era una forma de hacerlo.   Al menos, después de haber vivido tantos instantes de locuras y devaneos con lo mental, ya sabíamos a qué atenernos.  Ahora, que nos habíamos reencontrado y nos habíamos perdonado los incidentes, los dolores, saltaban fuera del agua como peces muertos.

El teatro quedaba en el lado oeste de la ciudad y era más pequeño que el resto de las salas en las que yo había estado algunos años atrás.  Me senté en la primera fila, en una butaca de esas que les habían puesto reservadas y que tenía mi nombre escrito en una tarjetica como de cartón blanco y letras góticas. Era como una escenografía mal dispuesta; yo no estaba muy conforme con la iluminación ni con las cortinas de color púrpura que habían escogido para aperturar la obra, la verdad a esas luces opacas y amarillas, calurosas, asfixiantes, de espacios reducidos, no le sentaban bien esos colores estremecedores.  Siempre me había gustado la luz, los espacios llenos de color, la vivacidad de los espíritus y los ojos especiales (como los vuestros), los que sin ser transparentes se asomaban translúcidos, me acariciaban y  me inventaban el ritmo, quería saber si existía ese paso entre dimensiones, y si estábamos en la segunda o la tercera; -¡otra vez con eso!-, seguía sin entender, o ¿quería creer que no entendía?.  ¿Era más fácil así?.  Probablemente sí.  Probablemente, los seres humanos, tratábamos de no entender, porque así, como no entendíamos, ni a la gente, ni sus motivos, ni las situaciones, no teníamos que justificarlos, y estábamos en todo nuestro derecho de ponerles una cara de piedra cada vez que no podíamos justificar.

         Ahora, que estoy escribiendo mi ensayo, que estoy en mis cabales, debo deducir si esta experiencia fue o no real. Si era posible o no, una dimensión fuera de la nuestra y cuál podría ser el numerito de esa dimensión.

             Tenía el programa

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