"Sucha" -I-

 

Hace años, mi querida Sucha, usted lo sabe, pero aún así, se lo recuerdo y plasmo hoy, para que no le quede asomo de duda,  hace años que tomé unas cuantas decisiones, es decir, me fueron como señalando un camino que cambió o alteró el rumbo “lineal” de mi vida.  ¿Qué quiero decir con “señalar”?.  Hablo, como si algo, o alguien moviera unos hilos o me diera cuerda y me dejara ahí hasta nuevo redoble.  , por lo que usted me contó de Iván, sabe muy bien de lo que le hablo.

             Sin embargo, esto no tiene que ver con el resto de lo que usted ya conocía o con lo que pudiere conocer.  Es sólo un preámbulo inventado para recordarme que aún sin las líneas de acercamiento se que no tengo que pellizcarte por un me-quiere-no-me-quiere.  Que de lo pasado y lo vivido no quedan brechas entre nosotros.   Esto es sólo un preámbulo inventado para este torpe artista -el calificativo no es por sentirme bueno o malo en el arte- es por la incidencia insitente, pero equilibrada en la expresión y el amor.  Prosigo sobre la inminente mezcla negociada porque, a diferencia de Isadora Duncan, que intentó devalar lo primero de lo segundo, yo insisto en que aún viendo la posibilidad de un vacío, es improbable estar tan vacíos como negruras sin contexto, porque ¿en ese estado qué se puede crear?.  Difiero, igualmente, de Vallejo Nágera, cuando establece que el arte es un proceso netamente inteligente, netamente consciente (me refiero a este plano).  Aún, los seres humanos ni siquiera sabemos qué somos exactamente, pero sí estamos claros en que la gran cantidad de cúmulos (hablando sólo de lo presente) que habitan nuestro cuerpo y nuestra conciencia logran trabajar armónicamente en los momentos en que se fusionan íntegramente.  Por lo tanto, sírvase de aclaratoria que no apadrino la total desintegración de alguna de nuestras partes en ningún punto espacio sino, en todo caso, una dislocación de ellas, lo cual, además, parecería ocurrir en muchos casos; por eso, la posibilidad de ser artista y congraciarlo con lo exponencial, con la expresión no melancólica sino enfurecida de los que gritan clamor por la Tierra y sus devaneos, era lo que intentaba seguir haciendo, torpemente, como le decía…

             Usted, mi queridísima Sucha, sabe que yo no quería venirme a esta región de la situación, ni de la ciudad.  Yo no quería lanzarme así al

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