¡Qué Locura!

    Dicen que este, o eso que va por ahí soy yo. ¿Qué te parece? -¡Claro, que a decir verdad, no están tan desencaminados!‑. Dicen que nunca me falta la pluma ni una lente  veloz para llegar a mi cita, no ya tan furtiva con esos destinos que dibujan lo cotidiano y, también con los “no ordinarios”.

  Me cuentan que soy capaz de atravesar el Universo, esta Tierra, estos mares, los confines, y todo ¿para qué?, se-me- preguntan... ¿Para existir, acaso? Eso piensan. No; es para vivir, pues eso de existir, como tal, me lo había supuesto desde siempre y para siempre; una constante matemática hecha de momentos e infinitudes que nos instaban a construir constantemente, o de lo contrario, nos quedaríamos rezagados dentro de algún  hueco negro de este Universo.  Por supuesto, sin esperanza de otras lateralidades.

    Sin anclarnos en antítesis de sueños cumplidos o derruidos, retomemos por unos instantes la idea que despliega al asunto de existencia y de los espejismos, en donde, sí sabemos exactamente lo que somos, una ilusión del tiempo universal hecho carne y poder desengranado; donde esa arcilla entremezclada con conclaves aguadas, no discernidas por los humanos, nos llevaba a algunos a reconstruir la historia actuando como detectives que vuelven sobre la escena del crimen para maquillarla, reconstruirla y darles una especie de veredicto. ¿Y luego? Luego. ¿qué había más allá?...Luego. Antes de darles más pistas, intenten verificar si la que les habla es una mente sustentable; además, averigüen si realmente duermo donde acostumbran almorzar ustedes, o me pierdo entre ustedes mientras hablan, que es lo que nos haría “comunes”, y no sólo “Un Lugar Común”, porque entre las dos primeras opciones, una me permitiría conocerlos y así podría hablar de todos ustedes con “algo” de propiedad, aunque muy a mi manera y respetando el espacio personal de cada quien, mientras que desde el otro espacio, el del lugar común, aunque pareciera lo mismo que ser comunes; no era lo mismo, sólo era un asiento compartido en un autobús, en una ciudad cualquiera, diez minutos, veinte a lo sumo; suposiciones, o el cuento que tu compañero de asiento intentaba compartirte para sufragar su dolor o reivindicarse de lo injusto de su destino.  Y esto, no se refería sólo a espacio sino a movimiento; el punto estaba en el movimiento constante de nuestros deseos.  Entonces, ahora, ya sabrán que algo mío es de ustedes, y viceversa;

Páginas