-¿ Terminaste de leer" AIRE " ?, ¿ y el epílogo, qué opinión te merece?, ¿no crees que tiene elementos mágicos?.
-Haciéndole honor a la verdad, Daniel, sí. Si lo leí. Lo hice atentamente; y lo releí, buscando hilar la coherencia con la realidad, la euforia con esa pasividad que expresas, la utopía con lo palpable que quieres manifestar, y aún así...no sé...es como que le faltase...
-Pero...Génesis, me desconciertas -había un lígero desencanto y preocupación en su tibia voz. Yo pensé que la meta estaba finita; que había logrado comunicar ...expresar lo que sentía, lo que aprendí en estos años junto a ti, junto al movimiento del mundo. Pensé que era lo suficiente claro y ...Bueno, si quizás un poco utópico…¡Sólo un poquitito!.
-No sé, Dani, no se trata de sea utópico o no. Es que le falta VIDA. Lo has inyectado de un exceso de sensibilidad dramática, y luego como de la nada se efectúa un proceso mágico: una transformación. Es tan semejante a nuestra natura que, sobre el papel, se vuelve , un poco, ¿cómo decirlo?, ¿ridículo?; y esto no tiene que ver contigo; no es algo personal; es la conjugación de la historia, ¿me explico?.
Podía ver el rostro de Dani, confuso, acongojado y un tanto herido, no su ego performante, sino su sentido de identidad con la obra, el de la realidad concreta y diaria con sus experiencias. Yo, lo observaba y pensaba,- mientras, en lapsos de tiempos continuos e interruptos de segundos, sin segundas intenciones, miraba, también, detrás del majestuoso vidrio de nuestra ventana del salón, al tiempo que intentaba captar la esencia de “Quiet 4”, interpretada por Sheila Chandra, en mi aparato de discos-, en consensuárme en un mismo sentido y dirección con todo lo que tenía al mi alrededor, incluyendo la consonancia con sus sílabas vocalizadas.
La tarde iba lentamente descendiendo, desde el paraje en donde me encontraba, podía estimar que llovería más tarde. A través de toda esa mezcla, se elevaba cierta liviandad mía, para luego ser presionada con más insistencia por la impetuosa brisa del acento interior de Dani, por el calor veraniego, para, que yo descendiera después, como una rima menos distante, menos lerda e indecisa, a una brisa congraciante, con algunas asperazas, pero que se afanaría por dar consuelo a más que una pequeña
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