Golosinas y Estados Mentales

Si vemos a las emociones como las salsas para saborizar un perrito caliente o si las vemos como bolsas de plástico repletas con golosinas de colores, nos daremos cuenta, inmediatamente, que no sólo son muchas, que se dispersan, que son efímeras en sustancia y peso, que se concentran en cogollos de humo arenoso, cenizo, arcilloso, cual calima; contundentes, amargas, ácidas, dulces, complejas, destornillantes, derivadas y componentes de unas principales, como lo es el azúcar, o en su defecto los sustitutos de la misma en las golosinas para diabéticos, y de las cuales unas son mejores, apetecibles, se diría, incluso, con respecto a otras, y, por supuesto según la circunstancia en la que nos encontremos hurgando, defendiéndonos o estacionándonos, encontraremos una emoción preponderante que nos motive a continuar usando el envoltorio que más se adecúe a la situación, sea en el caos, o una que nos impulse a resolver lo que tengamos pendiente o quizás desarrollemos la que nos mantenga, tiesos de paz, por al menos cinco minutos del eterno.
En este artículo, quisiéramos ocuparnos de emociones positivas o de estados mentales constructivos; sin embargo, para darle paso a estos es necesario primero entender los estados mentales negativos o condiciones destructivas -pues, son los que dominan y permanecen más tiempo en nuestros contextos cotidianos e interactuantes- para, luego, desde allí, emerger pretendiendo que la mente puede liberarse de estos estados y desarrollar una especie de estado de rebote, el cual, no te permita caer en un hueco oscuro o depresión permanente, permisiva, debido a los acontecimientos que nos causan aversión, observando y trabajando nuestra actitud frente a ellos. Buscamos, como objetivo hoy, que tu mente, empiece o continúe desarrollando el máximo de su potencial desde su propia maduración activa, lo cual significaría, no sólo un juicio meditado sobre lo que se desarrolló, cómo y por qué, sino un estado de bienestar holístico –si se quiere- producido por el hecho de canalizar e integrar pensamiento y sentimiento, pues si bien es cierto que todas estas emociones juegan un papel fundamental en nuestro desarrollo como entes individuales, también lo hace como entes colectivos, a través de los cuales debemos comunicarnos y convivir. Estas interacciones constantes, a su vez, nos traen nuevas emociones espejo de retroalimentación, que, de nuevo, van modificando nuestra conducta y aproximación a los hechos. Es por eso, que debemos ser cuidadosos, no tanto con las emociones que se generan en un punto determinado, en base a circunstancias puntuales, puesto que son condicionadas para la existencia humana sino ser precavidos con las repeticiones, la intensidad de éstas, y el  tiempo que permanecemos atados a una situación antes de generar un cambio. Ante situaciones negativas, lo mejor es apropiárselas con sapiencia, generar la ventana de cambio, mientras se vive el duelo donde se propició el ataque a nuestra expectativa, y buscar acontecimientos que nos ayuden a hacer felices a otros y a nuestros propósitos. Nos vamos, pues, a las cinco emociones negativas, primarias, desde las que desarrollan todo una gama posible que pincela nuestro espectro emocional:
 1) Ira: Se genera desde las vejaciones y humillaciones, las traiciones, el sentirse ignorado, abandonado; sustracciones, pues que percibe el "yo" desde su nivel de supervivencia colectiva. Como parte de su contenedor de emociones derivadas se encuentran: la rabia, los celos, la aversión, la destrucción, los ataques a personas o a cosas, la hostilidad y el odio.
 2) Deseo y Apego: Nace de la capacidad del "yo" de quererse hacer de propiedades, bienes contextuales, emocionales o territoriales, animados o inanimados, que consideran le pertenecen. Incluye también, al poder de controlar y a la influencia emocional que podamos ejercer en los otros hacia nuestras causas, creencias o actitudes de vida. Aquí surgen emociones secundarias como la avaricia, las obsesiones, la discordia, la cobardía al intentar mantener un “status quo”.

 3) Orgullo: Se va viendo emerger en la posibilidad que tiene el "yo" de "ser" algo más de lo que es con respecto al otro, de destacarse, de figurar, obtener respeto, mérito. Además se ve amparado por una diferenciación de concienciación con respecto al otro, donde ya has obtenido una posición de "superioridad" que te coloca por encima de los otros yoes, y te iguala a los de competitividad similar a la que percibe tu "yo" como semejante. Sus rasgos emocionales secundarios son la inconsistencia, placer en el lujo, insensibilidad, la burla a las necesidades del otro.
 
 4) Envidia y Celos:  Es una condición que nace de la "expectativa pobre" o llena de carencias del yo perceptor. Siempre se está anhelando la condición, circunstancias o potencialidades en las que el otro sobresale o marca una diferencia con su vida y con su entorno, pues es bien sabido por todos que nunca se cela ni se envidia el sufrimiento, las carencias o las circunstancias penosas por las que transita el otro; por lo tanto, aquí también entran emociones secundarias como son los abusos, los cuales van desde ataques verbales o psicológicos, brutalidades (entendidas como negaciones de la sensibilidades y capacidades del otro), hasta la fragmentación de la integración con lo colectivo.
 5) Ignorancia y Confusión: Surge de un estado de privación mental donde no conocemos las causas o condiciones de algo, o ninguna de ellas en cuanto a nuestro propio proceso de existencia y su conexión con el resto, se refiere; lo cual nos produce angustia y vacilación, sensación de pérdida; entonces, de aquí nace otra de las emociones secundarias más importantes, el miedo. El miedo nos lleva a desconectarnos de personas, a desconfiar del entorno, a poner barreras, a ser indiferentes, a dejar de ser generosos, a no mostrar nuestra verdadera naturaleza con sus puntos débiles y con los fuertes, el temor, de nuevo a perder el "status quo", a proceder torpemente. Sin embargo, el problema más serio que acarrea estos dos estados mentales, es la propia ceguera para desentramar el enredo o descorrer el velo; pues la mayoría de las veces que nos encontramos sumergidos en estos estados no podemos, ni siquiera, ver cuán errados o distantes de lo certero estamos. Deseamos al mismo tiempo conocer todos los sabores, todos los envoltorios; pero sin tener que sufrir la resaca y el "reconocimiento" del empache. De que hay que despertar. Una vez allí, no tienes más opción que ser responsable por tus emocionalidades y llevarlas, de una u otra forma, hasta un buen desagüadero.

En la próxima parte, abordaremos los estados mentales positivos que funcionan como los antídotos a estos estados destructivos, y los cuales mantienen la mente mucho más despierta y alerta para aproximarse a los fenómenos con mucha menos torpeza, vacilación, y dolor duradero en el tiempo.