Estafa de Amor

Basada en la historia de dos hermanos muy característicos y pintorescos en su visión de conquistar el mundo y conseguir el dinero que desean para vivir una vida ostentosa sin necesidad de trabajar para ello. Dirigida por Rian Johnson, esta película nos conquista a través de acciones inteligentes, poco válidas, en retrospectiva con los principios sociales, medianamente escrupulosas en mundos donde la solvencia y lo carente de una infancia, los lleva a amar el reto de desafiar lo lineal, lo compensatorio de la tabla de conceptos personales e idealistas. El hermano mayor, Stephen, en esta aventura-comedia, (Mark Ruffalo) transpola la enseñanza de uno de sus viejos mentores en la niñez, Diamond Dog (Maximilian Schell) en ejecutar estafas, a su hermano menor, quien con una escasa diferencia de tres años, Bloom, simplemente, (Adrien Brody), protagonizará la complejidad de la infancia de ambos, repleta de actores y bandidos de poca monta, lo cual los sitúa en un escenario particular, sin aferramientos a estándares ni a lugares físicos. Sin embargo, la infancia no es una característica en la que la película nos detendrá, sino por la que se paseará sutil y brevemente, al intervalo medio de ésta, a fin de hacernos partícipes de una justificante moral, humana o psicológica del comportamiento y las tendencias de los hermanos Bloom.

En esta proyección de Rian Johnson, nos encontramos con una madurez de los elementos que conforman los pequeños detalles de las personalidades explosivas, no clasistas, llenas de inteligencia, integración y peculiaridad. Así mismo, la fotografía juega un rol destacado en las tomas que definen los caracteres individuales de los personajes, sus muecas y sus posiciones corporales. La luz, manejada en un espacio de absoluta limpieza, sin contraposiciones ni desgastes, que no los merecería, en absoluto, pues su ambiente mental es lo suficientemente complejo para captar la atención del espectador. Detalles como el bolero danzado en el bote por Bloom y Penélope (Rachel Weisz), el farol, la chaqueta ejerciéndose como recurso atenuador, las sombras de la noche contrarrestadas con la aparición de Diamond Dog, le otorgan una flexibilidad y credibilidad espontánea a las escenas.
Por otro lado, el cuarteto que enmarca a los Hermano Bloom, con Penélope y Bang Bang (Rinko Kikuchi), nos enfatiza la necesidad de integración y confidencia, de credibilidad, que poseemos internamente los seres humanos, y que buscamos depositar en aquello que, de alguna forma, se nos asemeja; lo que algunos llamarían la imagen en el espejo. Se mantiene, no se sabe si en una especie de esperanza en los vínculos humanos, o por una suerte arbitraria del destino, una conjunción de integridad y honestidad entre los cuatro, que es lo que los lleva hasta el fin de un cometido; obtener, cada uno de ellos, lo que realmente necesita o quiere habilitar, despojando a esa sombra de su vida, para siempre. La película es un tributo al triunfo de la inteligencia sobre lo valorable. Se tambalea en los principios de la vida, limitándose a reflejar lo cálido y disfrutable de la vida.
Penélope juega un rol lleno de similitudes entre ambas personalidades, desde un espacio contrario al de Bloom. No existen realmente contrastes entre ellos sino que entre los dos realzan los potenciales que poseen. Así cuando se proyectan como amantes cuajan irremediablemente entre las soledades infantiles y la pérdida de lo virginal, el crecimiento de sus necesidades, la maduración de sus búsquedas, lo insatisfecho de lo cotidiano, lo aprendido desde el talento innato y la práctica, mostrándonos como una relación extrapola nuestras divergencias o las impulsa.
Otra característica de esta proyección es el hecho de que el hermano menor, sea nombrado en ella, sólo por el apellido. Bloom, simplemente.  Pero, bloom, como acción, como verbo, nos recuerda aquello que consigue su máximo florecimiento, su vitalidad, su vigor, es decir, su máximo potencial. Podemos, entonces intuir, como en una especie de juego irreverente entre lo que es posible y lo que no, o le que se llega a creer ser y lo que no se es, se conforma, no sólo una diatriba entre los dos hermanos, sino en el interior de Bloom, quien siente no poseer una identidad determinada que lo define, sino una especie de identidad cosida y extendida de la visión de su hermano, Stephen. Aquí comienza, la intención de Bloom de renunciar al juego de las estafas, y mientras intenta lidiar con el entrar y salir de ese escenario, en donde Stephen lo arrastra constantemente, de manera siléntica, lo invita y reta a que lo desafíe y adquiera una fuerza individual y personal que lo defina, que lo convierta en la representación de lo que él ya no podría ser, un “Bloom”; y esto, incluiría la gama de adjetivos que coloca una vida en ese espacio entre lo humano y lo divino, entre lo rosado y lo grisáceo. Los valores, el amor, la risa y la circunspección, el contraste de lo minado con la pradera. Así, entre explosivas acciones, romanticismo y liviandad, Bang Bang, obtendrá el retorno a sus raíces, a su principio, al origen, a lo desconocido. Stephen conseguirá su libertad interior mientras permite que su hermano, en un espacio por protegerlo y defenderlo, desarrolle su habilidad de decisión, acción, maduración, valoración y expansión. Así Bloom, finalmente, consigue su plenitud, Penélope su aventura, la confrontación con lo real, el juego, el sueño y el miedo.